Adela Silvestre, antes y después de Gambia
A escasos días de iniciar su primer viaje como cooperante, el principal miedo de Adela era el contraer alguna enfermedad al llegar a Gambia que la inhabilitara y dejar así de ser útil tanto para los pacientes como para sus compañeros.
Una pista: no fue así.
Hace unos días volvimos a Juaneda Hospitales para charlar con ella y que nos contara sus impresiones tras aquellos intensos días en África que pasó en octubre.
Aparentemente, sólo aparentemente, Adela es la misma persona que se fue, pero no lo es. Esos días en África han cambiado su manera de ver el mundo y su profesión. Ha crecido como enfermera, pero también como persona.
Aunque el balance es tan positivo como para ya estar con la cabeza en un segundo viaje, le impactó la ausencia de recursos sanitarios, también el hecho de que los centros de salud y los hospitales estuvieran tan lejos de las viviendas de los residentes y, sobre todo, el retraso a la hora de tratar patologías que sufren años de evolución.
Por ejemplo, uno de los casos más impactantes con los que se encontró Adele fue una elefantiasis en una pierna que, a pesar de dedicarse a las úlceras, no había visto ni en libros ni en sus más de 20 años de formación. Una dolencia de más de 12 años de evolución que podría acabar con una amputación mientras que, en un país desarrollado, hubiera sido leve o sencilla de tratar.
Como suele pasarle a todos los primerizos, una de las cosas más complicadas de gestionar fue la de dosificar las energías, la fuerza física y también la emocional. Entender el viaje como una carrera de fondo y no como una de velocidad. Sin embargo, gracias al equipo de Juaneda Hospitales, a la coordinación, preparación y a las mejoras que implementan viaje a viaje, ha sido una expedición de lo más provechosa. Aunque esa inevitable sensación de podríamos haber hecho más sobrevuele cada jornada de trabajo.
La parte climatológica fue una de las más duras para Adela. Trabajar con una sensación térmica de más de 45 grados en unas condiciones de trabajo tan precarias no es sencillo de encajar. Pero, el recibimiento de la gente, su calidez y hospitalidad, su alegría, paciencia e ilusión hacen que la balanza siempre se decante hacia el lado de la satisfacción.
De cara a futuras expediciones, le preguntamos a Adela -sabiendo lo que sabe ahora- qué metería en la maleta y qué dejaría en España.
Su respuesta fue clara: dejaría pantalones largos y se llevaría repelente para mosquitos y un jabón para poder lavar la ropa y así tener más espacio en la maleta.
Adela ha vivido, sin duda, un viaje que ha cumplido con creces con todas sus expectativas.
Volverá.
Juaneda, cerca de ti.